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El rol del profesor universitario en la nueva universidad cubana (página 2)



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Uno de los elementos más significativos e
importantes de dicha red fue que dotó de Institutos
Superiores Pedagógicos y de Institutos Superiores y
Facultades Independientes de Ciencias Médicas, a
prácticamente todas las capitales de provincias. La red
aumentó, asimismo, el número de universidades de
ciencias y humanidades, y creó algunas instituciones
más especializadas en ramas específicas como
institutos superiores politécnicos, agropecuarios, una
universidad de las artes y otra de educación física
y deportes, entre otras instituciones. Esta expansión
trajo aparejada, lógicamente, una ampliación de la
matrícula universitaria. En la década de los 80 se
alcanzaron cifras altamente significativas de
escolarización y de profesionalización en nuestra
sociedad, con uno de cada siete de sus trabajadores con
título universitario. En el curso 1987-1988 se alcanzaba
una matrícula de 310 mil, cifra que durante muchos
años fue la más alta en la historia de la
educación superior cubana.

Sin embargo, a principios de los 90 -como se conoce- se
produjo en Cuba una contracción económica, como
resultado del derrumbe del otrora campo socialista de Europa del
Este, la desaparición de la antigua Unión
Soviética y el recrudecimiento del bloqueo comercial y
financiero de los EEUU hacia nuestro país. Si bien ello se
reflejó en la disminución de las matrículas
en la educación superior durante varios cursos
académicos, me satisface afirmar que ninguna universidad
cerró sus puertas, ni ningún profesor universitario
quedó sin empleo, porque el Estado garantizó que
las universidades se mantuvieran funcionando aun en
circunstancias tan difíciles que a otros les parecieron
insalvables.

¿Cómo repercutió el Período
Especial en la Universidad cubana?

Es en este período que se produce una
transformación vital desde el punto de vista
académico con el desarrollo de un diseño curricular
con un enfoque de formación de perfil amplio en el
pregrado, que permitió mayor versatilidad para las
posibilidades de empleo de los egresados y mayor y más
expedita adaptabilidad a nuevos puestos de trabajo y
tecnologías a partir de una complementación y
especialización brindadas por un dinámico, flexible
y creativo sistema de educación de posgrado. Ese
período posibilitó, asimismo, el uso mucho
más racional de los limitados recursos que estaban al
alcance de las instituciones de educación superior y una
colaboración mucho más estrecha entre las
universidades y entre estas y el sector de la producción y
los servicios. Las alianzas territoriales se volvieron mucho
más fuertes, con un sentido mayor de pertenencia y
pertinencia de las universidades a sus respectivas localidades. A
mediados de los 90, el país comenzó su
recuperación económica, que tuvo de inmediato su
efecto también en la recuperación de la
matrícula de la educación superior.

En el año 2000 comenzó lo que hemos
llamado nuestra Batalla de Ideas, cuyo objetivo es lograr toda la
justicia social mediante la igualdad. Unos doscientos programas
sociales se vienen desarrollando para beneficio de nuestro
pueblo. Una parte de ellos cuenta con jóvenes graduados de
enseñanza media superior, que ni estudiaban ni trabajaban,
que han sido preparados intensivamente para desempeñarse
como trabajadores sociales, instructores de arte, maestros y
enfermeros emergentes y en otras especialidades, quienes,
además de su actividad laboral, estudian hoy carreras
universitarias afines, con resultados parciales estimulantes y
superiores a las expectativas más optimistas.

Esta etapa comenzó con la búsqueda de
fórmulas que permitieran abrir las puertas de la
universidad a todos los bachilleres. Lógicamente las
transformaciones no se pudieron quedar en el ámbito del
ingreso a la educación superior, ya que un acceso masivo
tuvo y está teniendo un impacto directo en todos los
procesos sustantivos universitarios, en su organización e
implementación.nacional, en sus 169 municipios.

Resultó también evidente que la
organización académica, el contenido de los
currículos, las formas de acceder al conocimiento, los
estilos de aprendizaje tenían que cambiar ante el ritmo
dinámico del propio conocimiento y la ciencia, y la
incrementada matrícula, para lo cual, resultaba necesario
contar con planes de estudio más flexibles, concebidos de
forma tal que diferentes contingentes de estudiantes pudieran
transitar por diferentes vías para alcanzar los
títulos universitarios. Asimismo, hubo que tener en cuenta
la preparación pedagógica de las decenas de miles
de profesionales que se incorporaron al claustro universitario
como profesores a tiempo parcial, y también de los
profesores a tiempo completo.

Se ha trabajado en una transformación del proceso
de formación, sobre todo en cuanto a la concepción
de los métodos que utiliza y sus formas de
organización. Así, se han visto favorecidos los
métodos utilizados en la modalidad semipresencial,
sustentados en el amplio empleo del video, de las
tecnologías de la información y las comunicaciones
y en el diseño de nuevos escenarios de aprendizaje que
propicien el uso óptimo de esos recursos. Es importante
significar el valor educativo de la modalidad semipresencial. Es
evidente que la propia visión del estudiante de
cómo transcurre su aprendizaje es diferente. Se siente
motivado a perfeccionar sus estrategias de aprendizaje y a
organizar mejor su tiempo. En el camino hacia la
autodirección del aprendizaje, el estudiante aprende a
identificar sus propias fortalezas junto a las ayudas que debe
buscar. Ello, sin duda, lo va moldeando como un gestor de su
propio conocimiento, todo lo cual se convierte en una herramienta
crucial en su vida profesional.

¿Cómo enfrenta la escuela y el profesor
universitario este nuevo rol?

La escuela como institución y el profesor como
agente socializador enfrentan el reto de abrir las puertas del
siglo XXI introduciendo cambios en su organización, en su
quehacer y lograr que estos no se operen sólo en el
discurso sino en el accionar cotidiano del profesor.
También en la propia preparación
metodológica y en la formación humanista de los
profesores universitarios para poder asumir mejor su
función de educadores, de mentores y tutores de sus
estudiantes en las nuevas condiciones de
universalización.

Estas transformaciones no significan que hayamos
renunciado a la modalidad presencial. De lo que se trata es de
reducir, fundamentalmente, las horas lectivas del estudiante
frente a un profesor, para favorecer actividades de
autoaprendizaje y de autopreparación, y su
participación en tareas de impacto económico y
social como parte de su formación integral, con un
concepto de mayor integración en función de los
objetivos educativos e instructivos que se persiguen.

La escuela emerge como una institución abierta a
las demandas de su contexto y con grados crecientes de
autonomía, manifestación de uno de los cambios
más significativos que se sucedieron en los sistemas
educativos.

     En respuesta a estas
transformaciones la reconceptualización del rol del
profesor es una exigencia de los procesos de
descentralización, de autonomía en la
gestión de las escuelas y de los cambios que están
ocurriendo en los procesos de enseñanza y
aprendizaje.

Por lo anterior consideramos que al rol del maestro
le son propia la creatividad y la innovación pero, estas
características no devienen en el desempeño del
quehacer profesional del maestro por arte de magia ya que, al
encapsularlo en ámbitos escolares formales y
burocráticos el resultado es todo lo opuesto, la actividad
se hace monótona, estereotipada y se limita el despliegue
de sus potencialidades.

     En su cotidiano de vida el
profesor debe adoptar diferentes decisiones que transitan desde
estimular "el aprendizaje de un currículo que no ha sido
diseñado para heterogeneidad, complementar procederes para
mantener la disciplina en el salón de clase y buscar
soluciones ante la carencia de recursos materiales.

     En las conceptualizaciones
del rol profesional se observan diferentes posiciones que
transitan desde definirlo por las acciones observables del
maestro en la consecución de los fines esperables de los
procesos de enseñanza que se refiere a las "competencias"
del maestro para lograr un aprendizaje efectivo en los alumnos
hasta otra en que el acento se pone en la
profesionalización del rol.

     Evidentemente, prevalece
la tendencia en los profesores de asumir un rol directo, "los
profesores emplean buena parte del tiempo de clases
hablándole a los alumnos, hablando con ellos y
supervisándolos cuando trabajan individualmente en sus
puestos…estas son formas de "recitación-trabajo" Los
profesores también controlan sus clases toman las
mayorías de las decisiones y organizan las
actividades.

     La posición de
poder que ocupa el maestro en el salón de clase, le genera
seguridad, al desempeñar el rol como poseedor de todo el
saber, ignorando que los estudiantes también tienen
saberes individuales y que la conjugación de todos
facilita la "construcción del conocimiento".

     Sin embargo, las
estructuras organizativas en las escuelas tienden a ser
semejantes, reduciendo la actividad del profesor a un
administrador de la clase, así como el conductor de
actividades restringiéndose las interacciones entre
profesores y alumnos. Aun cuando los profesores declaran que, los
objetivos de enseñanza que se proponen, incluyen elevados
niveles de ejercicio intelectual, en la práctica, lo que
se demanda de los alumnos son respuestas memorísticas,
siendo éstas el contenido básico de la
interrelación que no transciende la posición del
técnico "ejecutor de acciones diestras de acuerdo a
prescripciones o algoritmos definidos por otros"

     En la intención de
trascender estas conductas, es preciso re-conceptualizar el rol
del maestro en el sentido de ser un sujeto con posibilidad de
poner en juego la información que tiene sobre sus alumnos
de manera individual y grupal a partir de un diagnóstico
que promueva el crecimiento personal de estos; poder incorporar
al quehacer profesional el caudal de trabajo teórico y
empírico alcanzado en la investigación educativa;
lo que implicaría la toma de decisiones, elaborar
propuestas y reflexionar acerca de lo que acontece en el
salón de clase.

Ello implica que el proceso de formación
profesional que tiene lugar en las universidades debe desplazar
el centro de atención de la adquisición de
conocimientos y habilidades a la formación integral de
la personalidad del estudiante
, de la concepción del
estudiante como objeto de la formación profesional a la de
sujeto de su formación profesional.

Y nos preguntamos, entonces, ¿están los
docentes universitarios preparados para afrontar este
reto?

No, porque en nuestros profesores de manera general, lo
que prima son los métodos expositivos, la
evaluación del aprendizaje es reproductiva, controlada por
la calificación según el resultado obtenido, la
relación que se establece alumno- profesor aún es
autoritaria, el alumno es un simple receptor de
información. Los profesores con algunos años de
experiencia nos formamos bajo la escuela tradicional, muy a tono
con el momento que nos tocó vivir, pero nos
preguntamos

¿Tienen nuestros docentes universitarios la
formación pedagógica necesaria para potenciar el
desarrollo pleno del estudiante como profesional competente,
responsable y comprometido con el desarrollo social?

Independientemente de las virtudes de la
pedagogía tradicional que logra la
institucionalización de la enseñanza en la escuela
y en la figura del maestro como conductor del aprendizaje de los
alumnos con orden, rigor y disciplina, es necesario preguntarse:
¿puede la escuela tradicional propiciar la
formación del hombre que hoy demanda la sociedad,
reflexivo, crítico, independiente, flexible, creativo y
autónomo, que logre convertirse

El desarrollo pleno del hombre, objetivo esencial de la
educación, no es posible en una enseñanza que
privilegia la estimulación de las capacidades
intelectuales al margen y en detrimento de la educación de
sentimientos y valores, que concibe la teoría desvinculada
de la práctica, que otorga al profesor un papel
hegemónico y absoluto en la dirección del proceso
de enseñanza y al estudiante la condición de objeto
y receptor pasivo en el proceso de aprendizaje.

¿Cómo entonces concebir el proceso de
enseñanza-aprendizaje, el rol del profesor y el estudiante
en una escuela que propicie el desarrollo pleno del
hombre?

El aprendizaje ha de concebirse como el proceso
de construcción, por parte del sujeto que aprende, de
conocimientos, habilidades y motivos de actuación que se
produce en condiciones de interacción social, en un medio
sociohistórico concreto sobre la base de la experiencia
individual y grupal y que lo conduce a su desarrollo
personal.

La enseñanza ha de ser concebida como el
proceso de orientación del aprendizaje del estudiante por
parte del profesor que propicia las condiciones y crea las
situaciones de aprendizaje en las que el estudiante se apropia de
los conocimientos y forma las habilidades y motivos que le
permiten una actuación responsable y creadora.

¿En esta nueva concepción enseñanza
aprendizaje, que papel desempeña el profesor?

Esta concepción de enseñanza reconoce al
profesor como un orientador del estudiante en el proceso de
aprendizaje; no se trata del profesor autoritario de la
pedagogía tradicional que impone al estudiante qué
y cómo aprender; tampoco es el caso del profesor no
directivo que espera pacientemente a que el estudiante sienta la
necesidad de aprender espontáneamente para facilitar su
expresión.

El profesor orientador del aprendizaje es un guía
que conduce al estudiante por el camino del saber sin
imposiciones, pero con la autoridad suficiente que emana de su
experiencia y sobre todo de la confianza que en él han
depositado sus alumnos, a partir del establecimiento de
relaciones afectivas basadas en la aceptación, el respeto
mutuo y la comprensión.

Finalmente quisiéramos ejemplificar que pasa
realmente con el rol del profesor universitario en las Facultades
de Medicina.

¿Tienen realmente formación
pedagógica? ¿Influye realmente esto en el
desempeño de su rol?

A continuación haré referencia a algunos
elementos que afectan este proceso en nuestra
facultad.

  • El papel de profesor en medicina no ha
    sido nunca claramente y explícitamente definido.

    Está desdibujado y se sobreentiende la
    cualificación docente por el solo hecho de tener
    conocimientos suficientes en la materia que
    enseña.

  •  Habitualmente no se selecciona ni
    promociona al profesorado
    por sus cualidades docentes,
    sino por sus méritos investigadores. Por ello, dedicar
    tiempo a la formación pedagógica supone "jugar
    con desventaja" respecto de los que se dedican a
    publicar.

  • En los casos más favorables en que,
    institucionalmente, se le da al profesor la oportunidad de
    aprender sobre su práctica docente y se le valora su
    mejora como profesional de la docencia, lo que significa una
    sustancial mejora, persiste aun el riesgo de introducir un
    parámetro distorsionador.
    Se trata del trasfondo
    de la actividad de selección y formación
    pedagógica, me refiero a la concepción sobre
    que es ser docente. Suele estar fundada en un modelo pobre,
    desfasado y sin ninguna reflexión respecto de
    cuáles han de ser las competencias profesionales del
    docente en medicina.

  •  Cuando se realiza formación
    "pedagógica" o "didáctica" del profesor
    universitario, es práctica habitual, abordarla
    desde un punto de vista teorizante y/o basado en el mismo
    modelo obsoleto,
    dado que, los formadores, que suelen
    proceder de facultades de educación o menos veces son
    profesionales de la medicina, son víctimas
    inconscientes del viejo modelo o paradigma de lo que es ser
    profesor.

  • El profesor continúa enseñando como le
    enseñaron en sus tiempos de alumno.

La sociedad, la aplicación del
conocimiento, los modelos éticos, sociales, la
concepción del propio conocimiento y del aprendizaje han
cambiado pero no lo ha hecho el modelo de profesor en la misma
medida.

¿En qué consistía el
modelo tradicional del Profesor universitario en Medicina? O
¿En qué consiste aún.?

El
modelo tradicional de Profesor en
Medicina
  

 Algunas de las características
que lo definen, surgen de los falsos
paradigmas que sustentan la
enseñanza universitaria tradicional, entre otros los
siguientes:

  • Las actividades docentes se centran
    en la enseñanza.

  • Enseñar equivale a
    aprender.

  • La actividad docente está
    centrada en el profesor.

  • El profesor es "la fuente de
    conocimiento.

  • Los alumnos son receptores del
    conocimiento (sujetos pasivos).

  • Es suficiente ser experto en una
    materia ("saber") para enseñarla y ser un buen
    profesor.

  • La sociedad debe apoyar lo que el profesor cree
    importante.

  • Un investigador cualificado será un buen
    profesor.

  • Se enseña aquello que se sabe por creer
    que esto es lo que deben aprender los alumnos.

  • Basta "saber" para "saber hacer".

  • "Ver como se hace" cualifica para saber
    hacer.

  • Es suficiente una definición imprecisa y
    poco explícita de los profesionales que se pretende
    formar.

  • La enseñanza es una actividad individual,
    no grupal.

  • Se enseña sobre todo conocimiento
    teórico.

  • Se aprende a enseñar
    enseñando.

  • Enseño como a mí me
    enseñaron.

  • Aprendizaje y evaluación son procesos
    separados e independientes.

  • Se menosprecia el papel "profesionalizador" de la
    universidad en aras del papel "formador".

  • El profesor tradicional suele ser un
    médico tradicional y no centra su actividad
    clínica en el paciente.

Las circunstancias, la concepción del saber, del
aprendizaje, del mundo y de la sociedad ha cambiado pero la
universidad, no es del todo coherente con este cambio o emprende
solamente acciones en la superficie, dando lugar a un cambio
más aparente que real. Para que este se produzca realmente
es preciso que los profesores y los alumnos adopten un modelo
diferente lo que implica cambio de sus concepciones y actitudes.
La institución y los gobiernos deben de
fomentarlo.

¿Cuál es el nuevo modelo de profesor en
Medicina?

El
modelo de Profesor en Medicina y de enseñanza que se
propugna
   

Es
preciso redefinir el rol del profesor universitario en
medicina y explicitar sus competencias y
características
. Sin esto es imposible analizar como
se hace la docencia, evaluarla, mejorar la práctica
docente, aprender ni enseñar la profesión de
profesor universitario.   Se propone un modelo
centrado en el aprendizaje
. Parece un juego de palabras, pero
el aprendizaje no es una consecuencia directa de la
enseñanza entendida del modo tradicional. Este
planteamiento cambia radicalmente la forma de trabajar de alumnos
y profesores.

   El profesor que "enseña" debe
de orientarse a facilitar el aprendizaje de competencias
predefinidas
de forma colegiada y condicionadas por un
entorno socio sanitario determinado. ¿Qué otras
cosas puede hacer el profesor además de
"enseñar"/mostrar? ¿Qué otras funciones
profesionales tiene además de ser fuente/transmisor de
conocimiento? ¿Podría contestar a estas alturas de
la conferencia estas preguntas?

   Definiremos el aprendizaje como
el proceso que lleva a una modificación de la conducta de
los individuos, relativamente permanente, producida gracias a una
serie de experiencias e interacciones predefinidas. El
aprendizaje no es una mera transmisión de
información sino una reconstrucción crítica,
racional y funcional (aplicada) del conocimiento.

   Cuando se desea ser profesor de
medicina en esta nueva concepción, las experiencias
facilitadoras del aprendizaje (actividades de
enseñanza-aprendizaje) han de ser planeadas, no dejadas al
azar o aleatorias y los cambios deseados (objetivos de
aprendizaje) han de ser definidos a priori, al igual que la
metodología y criterios de evaluación del
aprendizaje.

   La enseñanza es definida
como
una serie de interacciones entre el estudiante y el
profesor, bajo la responsabilidad de este, con el fin de
facilitar algunos cambios previstos en la conducta del
alumno.

   Una de las funciones del profesor
universitario es definir los perfiles competenciales de
las profesiones que ejercerán sus alumnos, ha de hacerlo
además con visión de futuro. Es decir,
definirá objetivos de aprendizaje relevantes, antes que
meros programas de contenidos. Entre las competencias a adquirir
por los alumnos han de considerarse algunas habilidades nuevas
como la capacidad de comunicarse, gestionar los propios
sentimientos, trabajar en grupo, hacerlo con criterios
éticos en un entorno multicultural, detectar las propias
necesidades de formación y actualizarse, analizar un
entorno rápidamente cambiante y adaptarse profesionalmente
a él, el conocimiento de idiomas y la utilización
de nuevas

   El profesor ha de ser un
profesional de la enseñanza que precisa de
formación y actualización para la docencia,
específica reglada y sistemática, además de
la propia en la materia que enseña. Ha de asumir que el
tener un título de médico no cualifica para
enseñar sino que se precisa una formación
específica. La enseñanza es una profesión
diferente que la de economista, médico o
filólogo.

   Puede y debe definirse un perfil de
competencias profesionales del profesor
, funciones,
actividades, tareas que ha de ser capaz de desarrollar y que
pueden ser enseñadas, aprendidas, evaluadas y mejoradas.
No se "nace" profesor, se aprende a ser un profesional de la
enseñanza. Esto implica planificación de esta
formación, facilidades para realizarla y reconocimiento de
ella por las universidades.    Ha de evitarse
la trampa de aplicar a la formación del profesorado un
modelo obsoleto
y confundir esta profesionalización
docente con que el profesor debe de ser un experto en
pedagogía.   El profesor ha de ser
consciente que inevitablemente es un socializador, un
generador de actitudes un modelo profesional y humano a
imitar.

   Ha de ser capaz de trabajar en
grupo
en las diferentes etapas del proceso enseñanza
aprendizaje.   Es necesario que conciba el
aprendizaje como algo emocional no solo cognitivo.
En otros
términos debe de conocer y aplicar los motivadores del
aprendizaje en los adultos. Dado que no basta enseñar para
que aprendan, ha de tener un mínimo de formación
psicopedagógica
para gestionar el diferente ritmo,
estilo cognitivo, motivaciones, tipos de inteligencia, etc. de
sus alumnos. El profesor ha de asumir que el alumno no es un
receptor pasivo del aprendizaje sino que es el único
posible creador de "su" conocimiento.

   Ha de ser capaz de utilizar de
forma flexible diferentes técnicas y estrategias
docentes
, dominando situaciones de aprendizaje variadas y
adecuadas al tipo de aprendizaje que se pretende. No solo ha de
mejorar como comunicador tradicional sino en la
utilización de recursos variados: pequeños grupos,
PBL, diseño de audiovisuales, empleo de nuevas
tecnologías.   En sus actividades docentes
ha de minimizar las actuaciones consistentes en
"enseñar – mostrar"
lo que sabe en situaciones de
aprendizaje que puedan ser ventajosamente, o al menos sin
desventaja, sustituidas por trabajo o lectura personal del
alumno.

   Ha de ser capaz de utilizar
adecuadamente las nuevas tecnologías
, evitando la
huida hacia delante que supone el empleo de estas como falso
sustituto de la formación pedagógica y su
diseño y utilización con criterios
pedagógicos obsoletos.    Igualmente
será capaz de diseñar herramientas de
evaluación formativa o de certificación
ante la
sociedad, fiables y adecuadas a lo que se pretende
evaluar.

   El profesor ha de ser capaz de
gestionar de manera creativa la incertidumbre respecto de su
práctica docente es decir, de investigar sobre su
propia docencia
, al igual que investiga en la ciencia que
enseña. Ha de aprender de esta investigación para
mejorar su práctica, generar nuevo conocimiento en este
ámbito pedagógico extrapolable a otras situaciones
y transferible a otros profesores.   El profesor
es corresponsable de su formación pedagógica
(profesionalización)
y también de la de sus
colegas así como de la evaluación de las
actividades docentes de estos.   

   Este cambio supone un reto personal y
ha de ser amparado por la institución. Debe de plantearse
como un cambio gradual que pasa por la reflexión
crítica para modificar nuestra propia concepción de
la enseñanza y el aprendizaje.

   Los alumnos forman también
parte del sistema tradicional y, al igual que los profesores,
ofrecen resistencias al cambio. Cambiarán sus actitudes lo
hace el modelo de profesor y la enseñanza. Cuando los
alumnos evalúan a un profesor lo hacen según un
modelo tradicional y de alguna forma le consagran ya que su
referencia es este sistema, creo que, al igual que el propio
profesor deben conocer otro modelo, otra forma de ser profesor
por lo que la lectura de esta conferencia puede resultarles
igualmente útil.

Conclusiones

En resumen el rol del profesor cambia por completo.
Normalmente, el profesor enseña su materia y es el
dueño del conocimiento. En esta nueva concepción,
el estudiante puede tener acceso a ese conocimiento a
través de diferentes formas, y el profesor es un mediador
en la gestión del conocimiento. Es un autoaprendizaje:
enseñar a aprender a aprender.

Este proceso está centrado más en el
aprendizaje que en la enseñanza, y no sólo en el
aprendizaje sino en una formación integral de los
estudiantes. Esos alumnos tienen un tutor que los guía en
la carrera, además del profesor que les enseña. Ese
tutor tiene relación permanente con él, hasta que
finaliza los estudios.

Por otro lado, se planteó la necesidad de que los
estudiantes realicen sus carreras en su lugar de residencia, para
evitar la migración y lograr que cada localidad se
enriquezca, no sólo las grandes ciudades.

Bibliografía

La universalización de la
educación superior en Cuba: una oportunidad para
reflexionar sobre los modelos de gestión en las
bibliotecas universitarias*


Dr.C. Bárbara Susana Sánchez
Vignau

  • UNIVERSALIZACIÓN DE LA
    UNIVERSIDAD: POR UN MUNDO MEJOR

Por: Magela Tosar
Riambau

  • Reflexiones sobre un Nuevo Modelo
    de Profesor Universitario en Medicina.Una Visión
    Crítica de la Enseñanza
    Médica

Dr. José María Manso
Martínez.

  • LA INVESTIGACION SOBRE EL
    PROFESORADO. PARADOJAS DEL PARADIGMA I.

MsC. Oscar Ortiz Morales. Profesor
Asistente de la Filial Universitaria de la Isla de la Juventud.
MsC. Xiomara Cano Suayero.

La profesionalidad del docente
universitario desde una perspectiva humanista de la
educación

Dra. Viviana González
Maura

  • El profesor universitario ante los
    retos del mundo de hoy: sus competencias
    laborales

 

 

Autor:

Lic: Nélida María Martín
Sánchez

Profesora Asistente.

SEDE UNIVERSITARIA DE SALUD YAGUAJAY.

CURSO: 2009-2010.

Coauto: Lic: Edel Brito García.

Profesor instructor

Partes: 1, 2
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